Mantenerse sano mientras se trabaja desde casa requiere algo más que adaptarse a un nuevo espacio de trabajo: exige tomar decisiones intencionadas sobre la dieta, el ejercicio y el bienestar emocional. A medida que pasamos más tiempo en casa, comprender cómo equilibrar el hambre física y emocional es clave para mantener la salud y la felicidad a largo plazo.
Trabajar desde casa no es nuevo para algunos. Muchas personas realizan negocios a distancia, ya que la tecnología sigue avanzando y la productividad ya no se limita a una mesa de oficina.
Aunque al principio pueda parecer un cambio agradable -se acabaron los largos desplazamientos al trabajo o tener que ponerse traje y corbata-, el cambio ha hecho que muchas personas se replanteen cómo estructuran sus días y se mantienen sanas, sobre todo sin acceso a gimnasios o a sus lugares favoritos de comida orgánica.
Una gran parte de mantenerse sano estando atrapado en casa es la dieta. Sin embargo, no se trata sólo de lo que comemos, sino también de cuándo, cuánto y por qué. Aunque el hambre física desempeña un papel importante a la hora de dictar nuestros hábitos alimentarios, muchos de nosotros comemos debido alhambre emocional . Es normal que comamos emocionalmente durante una pandemia, ya que nuestras emociones están especialmente exacerbadas.
En pocas palabras, la alimentación emocional es la práctica de comer en respuesta a nuestros sentimientos o emociones, más que al hambre física o a la necesidad de alimento dietético. La alimentación emocional también puede adoptar la forma de comer en exceso, comer con más frecuencia de lo habitual o desear determinados alimentos reconfortantes o basura.
Comer emocionalmente es normal y es algo que TODOS hacemos de vez en cuando. Algunos sentimientos habituales que desencadenan la alimentación emocional son el estrés, la ansiedad, la depresión y el aburrimiento. Sin embargo, comer emocionalmente también puede ser una forma de distraernos de otras emociones reprimidas que no queremos sentir. Comer emocionalmente, como cualquier actividad habitual, puede convertirse fácilmente en un hábito. Por eso, incluso cuando nos damos cuenta de que lo estamos haciendo, es bastante habitual seguir haciéndolo con el piloto automático.
Identificar la alimentación emocional puede ser complicado. El impulso de comer, picar o buscar alimentos reconfortantes puede aparecer tan rápidamente que podemos confundirlo fácilmente con hambre física. ¿Cómo puedes saber si lo que estás experimentando es una alimentación emocional? Hay algunas formas de saberlo:
Cuando vamos más despacio y entramos en comprobar con nosotros mismos antes de dirigirnos a la nevera, normalmente podemos identificar lo que impulsa nuestro deseo de picar algo.
Dado que la alimentación emocional se desencadena y se alimenta de nuestros sentimientos (no de la biología), es fácil quedarse atrapado en un ciclo de alimentación emocional. Por ejemplo, el aburrimiento puede llevarnos a ingerir alimentos con más frecuencia y en mayor cantidad, lo que puede crearnos sentimientos de culpa. Para suprimir o calmar esos sentimientos de culpa, podemos recurrir a alimentos dulces que nos tranquilicen temporalmente. Tanto la comida en sí como el acto de comer emocionalmente sólo alimentan más el ciclo. Cuando estamos sometidos a estrés crónicoresulta mucho más difícil cambiar conscientemente nuestro comportamiento, ya que los desencadenantes son continuos, en lugar de ser acontecimientos aislados y espaciados.
Cuando estamos estresados, aumentan los niveles de cortisol. El cortisol interfiere con la grelina y la leptina, nuestras hormonas del hambre y la saciedad, provocando que tengamos más hambre y que seamos menos capaces de sentirnos saciados. Esto inhibe nuestra capacidad de saciar el hambre física de forma saludable.
Por eso, gestión del estrés es parte integrante de los procesos de autocuidado. Entrenar nuestro cuerpo para afrontar el estrés de forma saludable, en lugar de dejar que comer en exceso se convierta en nuestra respuesta al estrés, es un proceso importante. Afortunadamente, existen estrategias sencillas pero eficaces que podemos utilizar para abordar la alimentación emocional y liberarnos del ciclo.
Es el primer paso para identificar si estás luchando contra la alimentación emocional. Simplemente prestarle más atención es un paso importante hacia la mejora. Podrías llevar un diario para registrar cada vez que sientas hambre y anotar cómo te sientes emocionalmente y en qué parte del cuerpo sientes el hambre. Intenta llevar un registro durante unos días y observa si notas algún patrón.
Todos comemos emocionalmente. Esto no significa que estés condenado a comer emocionalmente para siempre o que no estés sano, vayas a tener sobrepeso o padezcas un trastorno. Romper el patrón de comer emocionalmente es un proceso. No cambiarás tus hábitos en un día. Aborda tus esfuerzos con compasión y curiosidad no crítica. Cuando identifiques una pauta, no hay necesidad de forzarte o avergonzarte para que cambies. Simplemente toma nota y da pequeños pasos hacia el cambio.
Existen muchos tipos de trastornos alimentarios, que se clasifican según la gravedad, la frecuencia y el tipo de síntomas demostrados. Aunque la alimentación emocional y los trastornos alimentarios pueden coexistir, no son lo mismo. El trastorno por atracón (TEA) se utiliza común y erróneamente de forma intercambiable con la alimentación emocional; sin embargo, el TEA es un trastorno alimentario clasificado, que debe ser tratado y diagnosticado por un especialista.
Puesto que la alimentación emocional está impulsada por nuestros sentimientos, la controlaremos mucho mejor si abordamos la causa subyacente. Nadie quiere experimentar emociones desagradables, como la tristeza, la culpa, el dolor o el miedo. Sin embargo, es tranquilizador recordar que ningún sentimiento es dañino ni permanente. Los sentimientos vienen y los sentimientos pasan. Acoge todos los sentimientos y siéntate con ellos: los buenos y los malos. Cuanto más nos sentemos con nuestros sentimientos y reconozcamos su existencia, menos dictarán nuestros comportamientos alimentarios.
Cuando estamos atrapados en casa, muchos nos encontramos abriendo armarios y comprobando la nevera compulsivamente, ¡incluso si acabamos de comer! Muchos de nuestros hábitos alimentarios emocionales son sólo eso: hábitos. Cuanto más podamos ralentizarnos y prestar atención consciente a nuestros antojos y acciones, más podremos recuperar el control. Disminuir la velocidad nos ayuda a identificar cuándo recurrimos a la comida como mecanismo de afrontamiento y cuándo como alimento. Disminuir la velocidad cuando comemos también es crucial para distinguir entre sentirnos cómodamente saciados o incómodamente llenos. Una buena forma de ir más despacio es sentarse a la mesa a comer en la medida de lo posible, en lugar de estar de pie en la cocina o comiendo en el escritorio.
Hazte preguntas que te enraícen y respóndete con sinceridad. Por ejemplo, cuando te asalta un antojo, ¿dónde lo sientes? ¿En el estómago? ¿En el pecho? ¿En la mente? ¿Qué quiere el antojo? ¿Qué te apetece concretamente? ¿algo salado? ¿algo dulce? Cuando tienes un antojo, ¿puedes hacer una pausa lo bastante larga como para imaginarte comiendo esa comida y sintiéndote realmente mejor después? No hay respuestas "correctas". Simplemente acostúmbrate a comprobarlo contigo mismo y anota tus respuestas sinceras.
¿Sabías que la deshidratación puede parecer hambre? Cuando sientas el impulso de picar algo, en realidad podría ser tu cuerpo diciéndote que tiene sed, no hambre. Intenta beber un vaso lleno de agua antes de buscar comida. Puedes añadir un poco de limón o pepino para darle sabor. comprobar vuelve contigo mismo cuando termines un vaso y comprueba si ha funcionado.
Todos necesitamos apoyo mientras trabajamos para abandonar nuestros hábitos alimentarios emocionales. Puede ser muy útil trabajar con un Health Coach que te apoye y te guíe a lo largo del proceso. Un Health Coach es un profesional del bienestar formado que se especializa en ayudar a sus clientes a establecer objetivos realistas relacionados con la salud, en responsabilizarse de ellos y en mantener un espacio seguro para que sus clientes exploren los problemas más profundos que están en la raíz de sentirse atascados. Los Entrenadores Sanitarios marcan una gran diferencia a la hora de ayudar a sus clientes a cambiar con éxito comportamientos y pautas no deseados y a alcanzar sus objetivos de bienestar, explorando la vida del cliente de forma holística a través de la alimentación primaria y secundaria (la comida de tu plato).