Publicado:
29 de marzo de 2011
Última actualización:
4 de marzo de 2021

Los padres intensifican su juego en la guerra contra la obesidad infantil

Hay una guerra ahí fuera, y algunos padres de Filadelfia se están tomando la justicia por su mano.

almuerzo escolar La reforma es algo que necesitamos urgentemente en este país. La gente lo sabe y se están tomando medidas, pero el ritmo es lento y los grupos de intereses especiales hacen todo lo posible por impedir un cambio real. Pero las escuelas no son los únicos lugares donde los niños comen basura.

Los padres y las autoridades escolares de un distrito escolar de Filadelfia se dieron cuenta de que los niños paran a menudo antes de ir a la escuela para comprar tentempiés azucarados y grasos en las tiendas de la esquina. 

Entra: padres renegados.

Vestidos con chalecos de seguridad brillantes y empuñando walkie-talkies, los miembros de la comunidad han puesto en marcha una operación similar a la vigilancia vecinal para conseguir que los niños no compren un tentempié, o que se avergüencen un poco si lo hacen.

Las investigaciones demuestran que los adultos sólo necesitan consumir 200 calorías más al día para tener sobrepeso. Pero un estudio reciente de la Universidad de Temple muestra que los niños ingieren habitualmente 360 calorías al día de patatas fritas, caramelos y bebidas azucaradas.

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Los padres con chaleco esperan reducir algunas de esas calorías basura con sus esfuerzos fuera de las tiendas locales. Pero se enfrentan a un adversario aún mayor que los propietarios de las tiendas: la biología.

Los humanos somos golosos, pero la tolerancia (y la preferencia) es algo que disminuye con la edad, lo que significa que a los niños de nuestro país les gustan las cosas aún más dulces que al adulto medio.

En la era del jarabe de maíz con alto contenido en fructosa y del aspartamo, los alimentos pueden dar un golpe dulce muy, muy superior a cualquier cosa que pueda idear la Madre Naturaleza. Esto provoca un deseo cada vez mayor de consumir alimentos dulces y dificulta mucho la reducción de su consumo. Además, los estudios han demostrado que los alimentos ricos en grasa y azúcar activan en nuestro cerebro sistemas de recompensa similares a los de la cocaína. También pueden desencadenar la liberación de dopamina, una sustancia química que nos hace sentir bien y que puede anular las señales naturales de "deja de comer" que nos envía nuestro cuerpo.

Es difícil decir si esta estrategia concreta funcionará o no en Filadelfia, pero una cosa es segura: La única forma de vencer a la obesidad infantil es que padres y escuelas trabajen juntos. Al fin y al cabo, un poco de educación puede hacer mucho.

¿Crees que los vigilantes de la comida basura funcionarán para frenar esos antojos?

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