¿Hay que gravar la comida basura?
Como la obesidad y las enfermedades relacionadas con ella siguen aumentando en todo el mundo, muchos gobiernos buscan soluciones políticas para ayudar a mejorar la salud pública. Algunos países están aplicando un impuesto sobre la "comida basura", pero ¿funciona?
¿Qué se incluiría?
Se ha demostrado que los alimentos y bebidas procesados con alto contenido en azúcar y con alto contenido de grasas son un importante factor de riesgo de obesidad y de enfermedades relacionadas con la obesidad, por lo que, al encarecer estos productos, los partidarios del impuesto esperan que los consuma menos gente y disminuya la prevalencia de la obesidad.
Los alimentos que tienen más probabilidades de caer bajo un impuesto sobre la comida basura son aquellos con alto contenido en azúcar, calorías y grasa y bajo valor nutritivo, como los refrescos, por ejemplo. Estos alimentos se consideran "no esenciales" y se ha demostrado que conducen a la obesidad. El objetivo del impuesto es esencialmente disuadir a los compradores de consumir con frecuencia alimentos que podrían afectar negativamente a su salud, al tiempo que se les orienta hacia la compra de alimentos más nutritivos.
¿Tiene éxito?
Berkeley, California, fue la primera ciudad de Estados Unidos en aprobar un impuesto sobre las bebidas azucaradas. El impuesto de 2014 añadía un céntimo por onza a todos los refrescos, bebidas energéticas y bebidas azucaradas. El impuesto parece estar funcionando: los habitantes de Berkeley parecen comprar menos bebidas azucaradas y más agua y otras bebidas sin azúcar (como el té).
En 2014, México también implantó un impuesto sobre los refrescos y los aperitivos "no esenciales". Las patatas fritas, los postres congelados, los pasteles y las galletas están sujetos a un impuesto del 8%, mientras que las bebidas azucaradas, como los refrescos, están sujetas a un impuesto aproximado del 10%. Las investigaciones muestran que el impuesto ha tenido un gran impacto en los hábitos de compra de los consumidores, especialmente en los compradores de hogares con rentas más bajas, que redujeron su compra de alimentos gravados en un 10% aproximadamente.
Con el tiempo, se espera que esta tendencia continuada pueda tener un impacto positivo en la salud pública y reduzca la prevalencia de la obesidad, que afecta a más de un tercio de los adultos mexicanos y está aumentando a un ritmo alarmante. De hecho, se prevé que en 2050 sólo el 12% de los hombres y el 9% de las mujeres de México tendrán un peso normal, mientras que el resto de la población se considerará obesa o con sobrepeso.
¿Y ahora qué?
Los ejemplos de Estados Unidos y México demuestran que los impuestos pueden ayudar a los compradores a tomar decisiones más nutritivas, pero su impacto a largo plazo aún está por determinar y no todo el mundo está de acuerdo.
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