El año pasado nos centramos en reforzar nuestra inmunidad. Ya conocemos la importancia de comer bien, dar prioridad a las vitaminas D y C, hacer suficiente ejercicio y dormir bien, que contribuyen en gran medida a reforzar nuestra inmunidad y a mantener una buena salud. Sin embargo, se ha omitido de la conversación una vitamina esencial, que no puedes comprar en una botella. Hablamos de la vitamina G, donde la G significa gratitud.
Webster's define la gratitud como un sentimiento de aprecio o agradecimiento, y los psicólogos afirman que la gratitud es una respuesta emocional positiva que percibimos al dar o recibir un beneficio de alguien. Según Glenn Fox, PhD, experto en la ciencia de la gratitud de la USC Marshall School of Business, "los beneficios asociados a la gratitud incluyen más ejercicio, reducción de los síntomas de dolor físico, niveles más bajos de inflamación, presión arterial más baja y un montón de otras cosas que asociamos con una mejor salud". La gratitud reconfigura las vías de nuestro cerebro, lo que aumenta nuestros niveles de dopamina, serotonina y oxitocina, las hormonas de la felicidad.
Partes de las redes neuronales de nuestro cerebro se encienden cuando socializamos y experimentamos placer, lo que se asocia con el vínculo social y el alivio del estrés. La gratitud nos ayuda con la ansiedad al interrumpir el ciclo de búsqueda constante de peligros. Tener pensamientos felices ayuda a desactivar nuestra reacción de "lucha, pelea o congelación " y ayuda a equilibrar nuestro sistema nervioso. También reduce la hormona del estrés, el cortisol, y puede ayudarte a dormir mejor activando el hipotálamo, que regula el sueño.
Los cambios que se enumeran a continuación son formas pequeñas pero poderosas de mejorar tu bienestar, especialmente en tiempos difíciles.
En cuanto te despiertes por la mañana, practica la gratitud. Agradece a tu cuerpo que haya trabajado para mantenerte con vida durante la noche y que te haya despertado por la mañana. Puesto que el cuerpo es como una grabadora que escucha cada pensamiento y emoción, esta retroalimentación positiva te anima y anima a tu cuerpo a alinearse con esos pensamientos y sentimientos positivos.
Compra un libro que se ajuste a tu personalidad (el mío tiene mariposas doradas en la portada). En cuanto te sientas inspirado, independientemente de la hora del día, anota las cosas que te hacen sentir agradecido. Por ejemplo, tu delicioso desayuno, tu sueño reparador, el techo que te cubre o el atento mensaje que acaba de enviarte tu pareja.
Con la llegada del Año Nuevo, ésta es una práctica divertida en la que puedes implicar a toda la casa. A partir del 1 de enero, escribe en un papelito, al final de cada noche, la fecha y tres cosas por las que estés más agradecido. Dóblalo y échalo en el tarro. Luego, el 31 de diciembre, vacía el tarro y organiza una fiesta con amigos y familiares para compartir toda la gratitud que habéis experimentado ese año.
Recibirás otro impulso de gratitud con sólo recordar todas las cosas asombrosas que te han ocurrido. Piensa en ello como una forma de contar intencionadamente tus bendiciones.
Llama, correo electrónico o envía un mensaje de texto a alguien y exprésale lo agradecido que estás por él. Cuéntale una historia, un gesto amable o una experiencia divertida que hayáis compartido. Apuesto a que esto infundirá un poco de vitamina G en su día, e incluso puede que lo transmita. (¡Ese es el efecto dominó de la salud y la felicidad en acción!) No olvides compartir también una dosis de amor contigo mismo.
Incluso en los momentos más difíciles, siempre hay un motivo para estar agradecido. Cuanto más felices sean los pensamientos que tengas, más felices serán los momentos que atraigas. Sin embargo, al igual que un músculo necesita ejercicio, esto debe considerarse una práctica a la que debes dedicarte con constancia para cosechar y disfrutar los beneficios a largo plazo.