¿Te están sentando bien tus suplementos de aceite de pescado? Según un nuevo estudio, todo puede depender de tu ascendencia.
En el mundo de la nutrición, hay muy pocos alimentos libres de controversia. Como explica el fundador del IIN, Joshua Rosenthal, la nutrición es la única ciencia en la que dos estudios pueden demostrar puntos de vista diametralmente opuestos. Nadie discute la ley de la gravedad, pero hay miles de opiniones contradictorias sobre la forma más sana de comer.
Últimamente, esta incertidumbre se ha extendido incluso a los ácidos grasos omega-3. Al menos el 10% de los estadounidenses toman regularmente suplementos de aceite de pescado, y es probable que hayas oído hablar de los beneficios de comer salmón, aceite de linaza y sardinas.
Esto se debe a que hace tiempo que se cree que los ácidos grasos omega-3 de estos alimentos tienen potentes propiedades antiinflamatorias y pueden prevenir las enfermedades cardiacas.
Esto se basa en gran medida en las observaciones de las poblaciones inuit del Ártico, que históricamente han consumido enormes cantidades de pescado, ballenas y focas. A pesar de comer tanta carne grasa y muy poca fruta, verdura o cereales, sus tasas de enfermedades cardiovasculares han sido bastante bajas. Los investigadores llegaron a la conclusión de que los ácidos grasos omega-3 del pescado eran protectores.
Aunque al menos dos docenas de estudios realizados desde 2005 han concluido que no hay pruebas de que el aceite de pescado reduzca el riesgo de infarto de miocardio y accidente cerebrovascular, las ventas de suplementos de aceite de pescado siguen disparándose.
Entonces, ¿qué ocurre? Un estudio reciente demuestra que todo puede tener que ver con lo que aquí en el IIN llamamos bioindividualidad .
Los investigadores creen que con tanto omega-3 extra en su dieta, los antepasados de las poblaciones inuit desarrollaron adaptaciones genéticas para metabolizar la grasa y devolver el equilibrio a sus niveles sanguíneos. Examinando el ADN de 191 groenlandeses cuya ascendencia era en un 95% inuit o superior, los investigadores hallaron variaciones genéticas en partes del genoma que regulan el metabolismo y las distintas grasas de nuestro organismo.
Las personas con dos copias del gen inuit tenían unos niveles sanguíneos de ácidos grasos diferentes a los de las personas que no lo tenían y también eran, por término medio, 2,5 cm más bajas y 4,5 kg más ligeras.
"La misma dieta puede tener efectos distintos en personas distintas", concluyó el autor del estudio. Esto puede explicar por qué los omega-3 no han sido la panacea que todos esperaban.
Como afirma el artículo, "la comida es una fuerza poderosa en la evolución. Cuando encontramos un nuevo tipo de alimento, la selección natural puede muy bien favorecer a aquellos de nosotros con mutaciones genéticas que nos ayuden a prosperar con él."
Del mismo modo, esto explica por qué muchas personas de ascendencia del norte de Europa y del este de África son capaces de digerir la leche durante toda su vida, mientras que muchas otras personas tienden a ser intolerantes a la lactosa. Se trata de una adaptación genética que surgió en poblaciones que domesticaron el ganado hace miles de años y dependían en gran medida de los lácteos para sobrevivir.
¿No es fascinante? Por eso no existe una dieta única para todos y todo depende de qué alimentos funcionan mejor para tu cuerpo. Tu edad, sexo, preferencias personales y composición genética determinan qué dieta es la adecuada para ti.
¿Qué opinas de las conclusiones de este estudio? ¿Tienes alguna experiencia de tolerancia a alimentos propios de tu cultura o etnia? Nos encantaría saberlo: ¡háznoslo saber en los comentarios de abajo!